Elegir a quienes conducirán los destinos de la comunidad es uno de los actos cívicos más trascendentes. Implica, aunque parezca algo sin importancia, que uno y cada uno de los ciudadanos de una ciudad, una provincia o el país depositarán su confianza en aquellos que se proponen para administrar los bienes comunes a toda la población.
Reiterar esos conceptos puede parecer peyorativo para quien los lee. ¿Quien no sabe para qué sirve una elección de autoridades? Y es cierto. Todos saben para qué se elije.
Sin embargo, los episodios de diciembre de 2001, el ya histórico “que se vayan todos”, los votos a Clemente, a Superman o a Patorucito, no hablan precisamente del saber de los ciudadanos acerca del valor del voto.
Mientras escribo esto, aún no hay resultados oficiales, pero ya se establece que habrá segunda vuelta....
Sea como sea, el ejercicio de la democracia tiene la virtud de dar la oportunidad de rectificar o ratificar. Hoy fue un día para hacerlo. Hoy, más que derechos, se ejerció el deber cívico de elegir. Una nueva oportunidad.
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